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MARIA REINA y MADRE

La Presentación de MARIA

La Presentación de MARIA

PRESENTACION DE LA SANTISIMA VIRGEN

 

 

La entrega de MARIA

Nada sabemos de la vida de Nuestra Señora hasta el momento en que se le aparece el Arcángel  para anunciarle que ha sido elegida para ser Madre de Dios. Llena de gracia desde el primer momento de su Concepción Inmaculada, la existencia de Maria es completamente singular – Dios la miro y la custodio en cada instante con un amor único e irrepetible – y a la vez fue una Niña normal, que lleno de gozo a todos cuantos la trataron en la vida corriente de un pueblo no demasiado grande.

 

Lucas, tan diligente en examinar todas las fuentes que le pudieran aportar noticias y datos, omite cualquier referencia a Maria Niña. Muy probablemente, Nuestra Señora nada dijo de sus años primeros porque poco había que contar: todo transcurrió en la intimidad de su alma, y en un dialogo continuo con su Padre Dios, que esperaba, sin prisas, el momento inefable y único de la Encarnación “¡Madre! ¿Por qué ocultaste los años de tu primera juventud? Luego vendrán los Evangelios apócrifos e inventaran mentiras; mentiras piadosas, si, pero al fin y al cabo imágenes falsas de tu ser verdadero. Y nos dirán que vivías en el Templo, que los angeles te traían de comer y hablaban contigo… Y así te alejan de nosotros”

¡Cuando estas tan cerca de nuestro vivir cotidiano!

 

La fiesta que hoy celebramos no tiene su origen en el Evangelio, sino en una antigua tradición. La Iglesia no ha querido aceptar las narraciones apócrifas que suponían a Nuestra Madre en el Templo, desde la edad de tres años, consagrada a Dios con un voto de virginidad. Pero si acepta el núcleo esencial de la fiesta, la dedicación que la Virgen hizo de si misma al Señor, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde el primer instante de su concepción. Esa entrega plena de Maria a Dios conforme va creciendo si que es real y ejemplar para nosotros, pues nos mueve a no reservarnos nada.

 

Hoy es la fiesta de la absoluta pertenencia de la Virgen a Dios y de su plena entrega a los planes divinos. Por esta pertenencia, que incluye la dedicación virginal. Nuestra Señora podrá decir al Ángel: no conozco varón. Lc 1, 34. Desvela delicadamente una historia de entrega que había ten ido lugar en la intimidad de su alma. Maria es ya una primicia del Nuevo Testamento, en el que la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio cobrara todo su valor, sin menguar la santidad de la unión conyugal, que Cristo mismo elevara a la dignidad de sacramento.

 

Hoy le pedimos a Ella que nos ayude a hacer realidad cada día esa entrega del corazón que Dios nos pide, según nuestra peculiar vocación recibida de Dios. “Ponte en coloquio con Santa Maria, y confíale: ¡Oh, Señora!, para vivir el ideal que Dios ha metido en mi corazón, necesito volar… muy alto, ¡muy alto!.

 

No basta despegarte, con la ayuda divina, de las cosas de este mundo, sabiendo que son tierra. Más incluso: aunque el universo entero lo coloques en un montón bajo tus pies, para estar más cerca del Cielo…, ¡no basta!

Necesitas volar, sin apoyarte en nada de aquí, pendiente de la voz y del soplo del Espíritu. Pero, me dices, ¡mis alas están manchadas!: barro de años, sucio, pegadizo…

Y te he insistido: acude a la Virgen. Señora – repíteselo - ¡Que apenas logro remontar el vuelo! – Señora, Tu puedes hacer que mi alma se lance al vuelo definitivo y glorioso, que tiene su fin en el Corazón de Dios. Confía, que Ella te escucha.

 

Nuestra entrega: Correspondencia a la gracia.

La Virgen Maria ha sido la criatura que ha tenido la intimidad más grande con Dios, la que ha recibido de El, la llena de gracia.

Nuca negó a Dios nada, y su correspondencia a las gracias y mociones del Espíritu Santo fue siempre plena. De Ella debemos aprender a darnos por entero al Señor, con plenitud de correspondencia generosa, en el estado y en la vocación que Dios ha dado, en el quehacer concreto que tenemos encomendado en el mundo. Ella es el ejemplo a imitar. “Tal fue Maria – enseña a este respecto San Ambrosio – que su vida, por si misma, es para todos una enseñanza”. Y concluía: “Tened, pues, ante los ojos, pintadas como una imagen, la virginidad y la vida de la Bienaventurada Virgen, en la que se refleja como en un espejo el brillo de la pureza y la fuerza misma de la virtud”

 

Nuestra Madre Santa Maria correspondía y crecía en santidad y gracia. Habiendo estado llena de los dones divinos desde el primer instante, en la medida en que era fidelísima a las mociones que el Espíritu Santo le otorgaba, alcanzaba una nueva plenitud. Solo en Nuestro Señor no existió aumento o progreso de la gracia y de la caridad, porque El tenia la plenitud absoluta en el momento de la Encarnación; como enseña el II Concilio de Constantinopla, seria falsa y herética la afirmación: Jesucristo se hizo mejor por el progreso de las buenas obras. Maria, por el contrario, fue creciendo en santidad en el curso de su vida terrena.

 

Más aun, existió en su vida un progreso espiritual siempre creciente, que fue aumentado en la medida en que se acercaban los grandes acontecimientos de su vida aquí en la tierra: Encarnación de su Hijo, Corredención en el Calvario, Asunciónn a los Cielos.

Así ha ocurrido en el alma de los santos: cuanto mas cerca van estando de Dios, mas fieles son a las gracias recibidas y más rápidos caminan hacia El. “Es el movimiento uniformemente acelerado, símbolo del progreso espiritual de la caridad en un alma que en nada se retrasa, y que camina cada vez mas rápido hacia Dios cuanto mas se le acerca, cuanto mas rápido hacia Dios cuanto mas se le acerca, cuanto mas es atraída por El” Así ha de ser nuestra vida, pues el Señor nos llama a la santidad allí donde nos encontramos. Y serán precisamente las alegrías y las penas de la vida las que nos sirvan para ir cada vez más de prisa a Dios, correspondiendo a las gracias que recibimos. Las dificultades normales del trabajo, el trato con las personas que vemos todos los días, los pequeños servicios de la convivencia, las noticias que recibimos… han de ser motivos para amar cada día más al Señor. La Virgen nos invita hoy a no dejar nada escondido en el fondo del corazón que no sea de Dios por entero: “Señor, quita la soberbia de mi vida; quebranta mi amor propio, este querer afirmarme yo e imponerme a los demás. Haz que el fundamento de mi personalidad sea la identificación contigo”, que cada día este un poco mas cerca de Ti. Dame esa prisa de los santos por crecer en tu Amor.

 

Renovar la entrega: Imitar a Maria

Nuestra Señora se dedico por entero a Dios movida por el Espíritu Santo, y quizá lo hizo a esa edad en que los niños comienzan a tener uso de razón, que en Ella, llena de gracia, debió de ser de una particular luminosidad; o quizá desde siempre… sin que mediara ningún acto formal. “Sobrado conocido tenia – afirma San Alfonso Maria de Liborio – a la niña Maria, que Dios no acepta corazones divididos, sino que los quiere por completo consagrados a su amor en conformidad con el precepto divino: Amaras a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Dt 6, 5, por lo que, desde el momento en que empezó a vivir, comenzó a amar a Dios con todas sus fuerzas y se le entrego por completo. Maria siempre perteneció a Dios; y esta pertenencia cada vez debió ser mas consciente, con un amor que alcanzaba en toda ocasión y circunstancia una nueva plenitud.

 

Hoy puede ser una buena oportunidad – todos los días lo son – para que, meditando en esta fiesta de Maria, en la que se pone de manifiesto su completa dedicación al Señor, renovemos nosotros nuestra entrega a Dios en medio de los normales quehaceres cotidianos, en el lugar en el que nos ha puesto el Señor. Pero hemos de tener en cuenta que todo paso adelante en nuestra unión con Dios ha de pasar necesariamente por un trato mas frecuente con el Espíritu Santo, Huésped de nuestra alma, a quien Nuestra Señora fue tan dócil a lo largo de su vida. Hoy, para pedir esta gracia, nos puede ayudar la oración que compuso para su devoción personal el Venerable Siervo de Dios, hoy Santo José Maria Escrivá de Balaguer:

 

“Ven, ¡Oh Santo Espiritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; inflama mi voluntad…

He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo después, mañana.

¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.

¡Oh Espíritu de verdad  y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras”  

Feceva

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